Uno

Uno

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Amor, El Otro

03 Oct 22

Un solo.
Estamos buscando nuestra mitad de naranja... para volver a ser uno.
Pero, ¿de dónde viene este sentimiento de estar incompleto? Buscando desesperadamente algo que nos contenga, una aspiración de encontrarnos con el otro, una urgencia por llenar un vacío. Incluso decepcionados cien veces en el amor, queremos volver a creer y siempre profundamente que la felicidad pasa por esta pieza que nos falta. Sentimos esta insuficiencia como una pieza faltante. Terminarse. Volver a ser completo de nuevo….
A lo largo de toda nuestra vida buscamos encontrarnos en el otro en un intento de sentir esa unidad, esa forma en cual hemos estado confinados, en un útero, en una seguridad, al principio. Esta sensación de estar contenido en un calor húmedo, ¿te hace pensar en algo?!? 😉

Del tacto a la fusión
Me pregunto si al final la sexualidad no debería pertenecer más bien al dominio de la amistad que al del amor. O el de la connivencia, la complicidad, la sensualidad. Pero, ¿podríamos definir nuestras relaciones de otra manera que no sean los términos «amistosos» o «románticos»? ¿Estamos listos para abrir una nueva categoría, un nuevo campo de posibilidades? «Hola, soy Stefan, mi sensual» 😳. Y finalmente, ¿no podría ser simplemente «Stefan»? En vez de mi marido, mi amigo, mi amante… (Notarás el uso del posesivo, y como en realidad siempre defino el otro en relación conmigo mismo). ¿Para qué necesitamos saber si termino acostandome con él o no? ¿A ti te pregunto? ¿Cuántas veces a la semana te acuestas con su esposa?
El sexo perturba, sobresale, y ya no sabemos muy bien qué hacer con él, dónde ponerlo.
El hecho de que hayamos cosificado el sexo lo ha separado de la ternura y del amor, del simple intercambio. Se volvió una realidad por sí mismo, que se puede pagar, ver, intercambiar, mensajear, filmar... Le hicimos una « cosa » separada, torpe, rara, jerarquizada, inclasificable y ya no tan integrada en el abanico de nuestros medios de comunicación.
Es cierto que en el dominio del amor se exalta la sexualidad. Pierde su lado sucio, se vuelve poético. Pero hacer que la sexualidad sea exclusiva del amor nos hace vuelve discapacitados del contacto, del compartir a través del más absorbente de los sentidos.

A veces todo lo que necesito es un toque, así de sencillo: ante todo no usar mi cerebro, sin pensar, sin analizar, para soltar mejor. Este sentimiento de estar contenida sólo en el sentido y no en la forma me tranquiliza y me da cierta legitimidad en lo absoluto: soy sólo el sentido, ya no necesito explicarme, dilucidar mi vida, referirme a mi pasado, a mi futuro, mis errores, mis razones, mis decepciones y mis amores. Sólo «soy». Y así, me toman entera, en sus brazos, me contienen.
Cuando me siento penetrada y puedo a mi vez abrazar (y apernar), es como si regresara a esta fantasía original de ser uno y estar totalmente protegida. Me pierdo por un momento en este deleite, en este trance, donde no soy más que esencia, potencial. Finalmente mi mente me suelta, me libera de sus eternas justificaciones, legitimaciones, wokismos. Por qué soy blanca, cisgénera, por qué estoy aquí y no allá, por qué estoy haciendo esto y eso me gustaba, por qué no me quiere... En esos momentos en que me reúno, me reencuentro con el otro, en esos momentos en que me fusiono con la naturaleza cuando cierro los ojos y lo dejo entrar completamente en mí, en plena conciencia, redescubro al Uno.


La fantasía de la pareja
Poco a poco durante los últimos siglos, nuestros pueblos, nuestros clanes, nuestras familias extensas se han atomizado en la red. Hemos perdido el sentido de pertenencia, para más independencia pero también para más soledad: tenemos miles de contactos, pero nadie que le dé de comer al gato cuando no estamos. La pareja sigue siendo el único lugar que invertimos con el deber de servirnos la intimidad que creemos que se nos debe: es allí donde cobijaré todos mis miedos, donde me acurrucaré, entraré en este caparazón que me protegerá del afuera. Penetremosnos, permanezcamos escondidos, a salvo.
De ahí a vincular la pareja al sexo, sólo hay un paso. Si a esto le sumamos nuestra sed de todopoderismo que nos lleva al deseo de poseer al otro (mi marido) para tranquilizarnos, para dominar, para controlar el presente y el futuro, me parece claro que aquí es donde quiero precipitarme para saciar mi fantasía de encontrar al Uno.
Pero vamos. Es sólo una fantasía, un símbolo 😬
Queriendo materializarlo en la pareja, tratamos de reparar neurosis pasadas manipulando el presente - ¡no funciona!
A menudo se nos dificulta, y casi siempre fracasamos...

Del «Uno» sólo quiero conservar, por tanto, la idea, el sentimiento de pertenencia, de fusión, de gratitud cuando me abruma.
Sólo puedo acercarme, sentirlo, a través de una caricia o una emoción. Es un recuerdo vago, un sentimiento que ya conozco y que muchas veces trato de reencontrar.
Cultivo estos momentos fugaces e intensos, pero los dejo donde pertenecen: en el presente, libres.

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